MARICHU
[El presente trabajo -texto y fotos- ha sido realizado por Ángel Antonio García García, Toño, en el mes de septiembre de 2014, al cual le agradecemos su colaboración. El autor se acerca a la vida de una mujer pionera que ejerció el oficio de comadrona en Bimenes y que ayudó a ver la primera luz a muchos vecinos que hoy rondan el medio siglo de vida. Después se fue a vivir a tierras andaluzas donde continuaría desarrollando su profesión]
Marichu |
Marichu, Toño y Juani |
Bimenes, 21 de Septiembre de 2014
Este día se hizo un emotivo reconocimiento a una mujer valiente, ejemplar, emprendedora, adelantada a su tiempo… Estamos hablando de María Jesús Fernández Iglesias, a la que popularmente conocemos por Marichu. Marichu la matrona, comadrona, partera u obstetra, la persona que a muchas mujeres y hombres de Bimenes, allá por los años 50 y 60 del siglo pasado ayudó a ver su primera luz, la luz que desde Peñamayor nos despierta todos los días a los yerbatos. Pero quiso el destino que ella, la que intensamente ama a esta mole de caliza, no viera esos primeros rayos del sol de La Peña en Bimenes, sino en Colunga, donde su abuelo prestaba sus servicios como sargento de la guardia civil. Reside luego en Gijón y a los 10 años viene a vivir a Martimporra con sus abuelos paternos.
Será don José María, maestro que era de Nava, quien descubre las posibilidades de Marichu y anima a la familia a que inicie los estudios del bachiller. Supera con éxito el primer curso por su empeño y las ayudas que le proporcionaron las ciencias humanas para vencer los escollos que aparecían en las Matemáticas.
El segundo curso debería esperar dos años porque el nuevo maestro con destino en La Figar se presta más dispuesto al julepe que a enseñar convenientemente a María Jesús. Tras ese año perdido no se desanima, es más, coge más impulso y se atreve a ir a Rozaes con Don Germán. Su condición de niña la obliga a poner mucho tesón porque a la distancia se le une la escasez de niñas que estudian, solo Eladia, Aida y Puri la acompañan frente a la mayoría de niños, entre los que recuerda a Paco Paniceres, Bernardo Noriega, Pedrín, Jaimín, José Antonio y … alguno más. Logra prepararse con garantías para superar los cursos que le faltan hasta 4º yendo a examinarse a Oviedo. Así era el camino tortuoso para los estudiantes procedentes del mundo rural.
Pero lejos de debilitar sus ánimos la fortalecen y ya tiene bien claro que los suyo es dedicarse a traer vida al mundo e inicia en Oviedo los estudios de matrona y de practicante. De nuevo debe trasladarse lejos de su lugar de estudio para obtener los títulos correspondientes. Nada menos que en Valladolid logra alcanzarlos y sólo entre las convocatorias de Junio y Septiembre. Ahí queda eso, los cuatro cursos superados en un solo.
Pero lejos de debilitar sus ánimos la fortalecen y ya tiene bien claro que los suyo es dedicarse a traer vida al mundo e inicia en Oviedo los estudios de matrona y de practicante. De nuevo debe trasladarse lejos de su lugar de estudio para obtener los títulos correspondientes. Nada menos que en Valladolid logra alcanzarlos y sólo entre las convocatorias de Junio y Septiembre. Ahí queda eso, los cuatro cursos superados en un solo.
Tras las prácticas en Sama quiere trabajar ya, pero es demasiado joven, no tiene 19 años y debe esperar. Colabora en el trabajo del negocio familiar ayudando a su tía en Martimporra. Así va llegando el día esperado y sin pensarlo dos veces se ofrece a ocupar la plaza de matrona subvencionada en aquellos tiempos por el Ayuntamiento. Era el año 1953 y comenzaría a cobrar 275 pesetas al mes más 62 pesetas por cada intervención en los alumbramientos, Si había que coser, porque Marichu sabía, lo hacía sin dudarlo y si tenía que hacer el certificado de nacimiento aumentaba en 30 pesetas los honorarios.
Antes de continuar con su gran entrega y dedicación con tan corta edad, deberíamos pensar en el Bimenes de ese año, con tan sólo la carretera de Nava a Barredos y la San Julián a La Pola. Aún así, con la escasez de carreteras , Marichu iba en su único medio de transporte, la bici. En ella se desplazaba hasta donde podía y de allí a la casa de turno andando en zapatilles y chanclos. Algún vecino le ofrecía ir a caballo, pero tras la primera experiencia que le costó una semana para volver a su sitio “les sos piernines”,
prefería ir por sus medios superando vientos, lluvias, nieves y “folleros” interminables.
prefería ir por sus medios superando vientos, lluvias, nieves y “folleros” interminables.
Cualquier momento del día o de la noche era bien recibido para acudir a su labor y si la pereza extrañamente aparecía, ya se encargaba “ la so brava güela” Prima de espabilarla: “Venga neña ponte de arte que eso nun tien espera”
Y así, recorriendo Bimenes, Marichu se hizo imprescindible, porque su saber hacer y la ternura de sus manos hicieron transformar el primer llanto en risa a Amparito y Marlén en la Figar, Tino y Miguel en el Caburniu, Violeta, María Olvido , Margarita y Luis Miguel en San Julián, Carlos, Luis y Cristina en Rozaes, Alfredo el del boticariu en Nava y tantos y tantos más que no cabrían en estas pocas líneas que pretenden recordar sus andanzas y curiosidades. Curiosidades que recuerda con una sonrisa nostálgica, pero llena de la alegría de mostrarles la luz de Bimenes, la luz de nuestra Peñamayor o Peña Mayor, como se prefiera.
Recuerda el café que le sirvieron en la taza fregada en la “esllava” y que al no ver el agua que debería aclararla, el café luchaba por evadirse de los lamparones de grasa que flotaban y que como no podía ser de otra manera en ella, soplando con disimulo para apartar lo que flotaba, logró beberse el café para no hacer un feo a la anfitriona, que bastante tenía la “probe” entre dolores y dilataciones tardías.
También recuerda con asombro aquel vientre quemado por los “fomentos” aplicados con paños bien calientes para aliviar los dolores. Y como, gracias a su decisión de ponerse encima de otra recién parida, logró oprimir la arteria uterina y evitar la fatal hemorragia,
También rememora que los lugares de la intervención eran dispares, no siempre había un “cuartu” con su cama, a veces lo suplía una mesa, una tabla bajo un horro o en una cuadra: penurias que Marichu superaba con temple por sus ganas de ganarse la vida y sobre todo de traer a la vida.
De la misma manera, tan fresca la memoria, le viene el recuerdo de aquella mujer que próxima a su parto en un ataque de no sabe que, locura o desesperación, se puso de pie en la cama y dando un salto expulsó a su niño ,que Marichu logró atrapar emulando al mismísimo gran portero del Iberia Manolete.
No quisiera tampoco dejar de recoger otra gran experiencia suya. La llamaron de Nava para enseñar la luz primera a Alfredo, el del boticariu Caso. El parto fue bueno pero era tarde y la invitaron a quedarse. Después de cenar el bebé comenzó a llorar sin consuelo y como la madre estaba cansada Marichu se fue a dormir con el niño y en su regazo se acabaron los lloros. Hace poco le recordaba a Alfredo, nuestro farmacéutico, que Marichu fue la primera mujer con la que se fue a la cama.
Recuerda también con gracia que era la matrona oficial de las esposas del cuerpo de la Benemérita. Por 5,50 pesetas al mes, debería atender los posibles nacimientos. No cabe duda del ventajoso contrato para una de las dos partes.
Era nuestra obligación como yerbatos hacer este pequeño homenaje a Marichu, por su valentía y entrega en tiempos tan precarios. En alguna ocasión la invitaron a evitar la vida pero ella había estudiado para lo contrario y nunca quiso hacerlo, iba contra sus principios fraguados ya a tan corta edad. Entre tanta entrega y tantas dificultades también tuvo una gran alegría, para ella la mejor intervención de su vida. Un día llega un andalucín muy curiosu a Martimporra a pasar el verano con su tío, el sargento del puesto. En su Jaén natal, Vale, soñaba con los chapuzones en el mar. Al día siguiente de su llegada pregunta al guardia de puerta que donde está el mar en Bimenes para darse un baño. El guardia le contesta que caminando 43 Km en dirección a San Julián llegaría a la playa soñada.
Pese al inconveniente de la lejanía al mar Vale sigue viniendo a Bimenes todos los veranos y entabla una relación con Marichu y con Bimenes que se ve al fin consolidada a los 9 años. “Tardó en decidise, pero valió la pena, mozu mas guapu y buenu nun lu podía encontrar en otru sitiu, mira” Y fue cuando Marichu más abrió los ojos, desplegó la pantalla de su móvil y con las emociones en alza hizo gala de sus joyas: Vale, sus 3 hijos y sus 6 nietos.
En 1963, después de 10 años de matrona en el municipio, Marichu se va a Linares a vivir y hasta que sus hijos no son mayores no vuelve a ejercer su profesión. En 1979 decide reincorporarse y lo hace en los meses de verano en el hospital San Juan de la Cruz de Úbeda. En 1980 ocupa una de la plazas de matrona en el hospital San Agustín de Linares. Es un cambio tremendo, y se da cuenta de lo mucho que hizo con pocos medios, ahora con 3 médicos y otras tres compañeras matronas el trabajo se hace más llevadero.
A los 61 años decide jubilarse para dedicarse más intensamente a la familia y a disfrutar de los nietos que van llegando. Todos los veranos hasta el 2008, año en el que su Vale nos deja, vienen a Bimenes, municipio por el que su marido siente especial atractivo. Actualmente viene en compañía de su gran amiga Juani y juntas lo recorren recordando sus días de matrona y sus días de madre y esposa de Vale.
Una matrona que está empezando a ejercer su profesión, Carla Ranzini, argentina, escribe :
“Era mi primer parto, la adrenalina me invadió por completo, estaba allí, sola ante esa vida a punto de llegar. Me temblaban las manos, se me caían las lágrimas, tenía miedo de no poder tomar al bebé; pero reaccioné y fue inolvidable, perfecto. Nunca me olvidaré de esa mujer tranquila, para ella su séptimo hijo, para mí mi primer día de matrona”. Como se dice la historia se repite y me gustaba que lo leyeras porque sé que es lo que sentiste tú.
“Era mi primer parto, la adrenalina me invadió por completo, estaba allí, sola ante esa vida a punto de llegar. Me temblaban las manos, se me caían las lágrimas, tenía miedo de no poder tomar al bebé; pero reaccioné y fue inolvidable, perfecto. Nunca me olvidaré de esa mujer tranquila, para ella su séptimo hijo, para mí mi primer día de matrona”. Como se dice la historia se repite y me gustaba que lo leyeras porque sé que es lo que sentiste tú.
Muchas gracias matrona y que la vida y la salud te permitan seguir despertando feliz muchos años con los rayos que se cuelan entre los olivos de Linares o con la luz vigorosa de nuestra Peña, porque Marichu, como decía Leon Tolstoi “ No hay más que una manera de ser feliz, vivir para los demás”. Tú mereces ser muy feliz porque tu entrega fue plena.
Ángel Antonio García Garcia (Toño)
La Figar, 7 de Septiembre de 2014
Diferentes versos facilitados por Luisina la de Rosario, nuestra querida Tatina.
El primero se podía leer en el antiguo y desaparecido cementerio de La Pamplina de San Julián (hoy está ocupado por la barriá vieya).
El primero se podía leer en el antiguo y desaparecido cementerio de La Pamplina de San Julián (hoy está ocupado por la barriá vieya).
¡Blanca flor, qué mal naciste!
¡y qué fatal fue tu suerte,!
el primer paso que diste
te encontraste con la muerte.
El dejarte es cosa triste
y el cortarte es cosa fuerte,
y el dejarte con la vida
es dejarte con la muerte.
COPLAS DE MOCEDAD
La novia al noviu
Ayer bajé a San Julián
y miré por La Pedrera,
y vi bajar con un mueble
a Perfecta la Rubiera.
No me gusta que celebres
el amor con borrachera,
te podría hacer daño
y me darás grande pena.
Responde el noviu
El domingo en casa Reyes,
fue cierto, me emborraché
celebrando nuestro amor.
Yo no sé qué tomé, y
cada vez que yo me junto
a Alejandro la Rubiera
parece que se une
la desgracia puñetera.
Una moza a otra
El lunes por la mañana
un hombre pasó llorando,
y según tengo entendido,
era tu novio Ricardo.
El noviu antes de partir
Cuando yo venga de Chile,
Rosario del alma mía,
ya te veré casada
viviendo en Santagadía.
A un xastre de Xenra que andaba ociosu
Voy comprate cuatro quilmis*
pa que faigas calzoncillus
pa una güena temporá
*sacu
A la madre del noviu
A to madre, estremeñucu,
porque anda tan sandunguera,
voy comprai un xiblatu
pa que toque por Piñera.
LUZ ELÉCTRICA
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Perfecto, fundador de Electra de Carbayín |
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Plantilla de Electra de Carbayín en 1954 |
Prólogo
Fue la empresa Electricista de Carbayín quien, tras más
de treinta años de dificultosas obras, consiguió llevar la luz eléctrica a Bimenes,
y todo gracias al empeño de su fundador y primer director-gerente, Perfecto Díaz Díaz -nacido en Candín y conocido como “Petón”-.
El
aldabonazo de salida de tan magna obra fue la primera publicación en el Boletín
Oficial de la Provincia (20-5-1927), que decía:
“Don Perfecto Díaz y Díaz, vecino de Carbayín, concejo de Siero, solicita la concesión de una línea de transporte de energía eléctrica a la tensión de 5000 voltios, que partiendo de la central eléctrica de la Sociedad Duro-Felguera, en Saús, concejo de Siero, suministre energía a los pueblos de Suares, San Julián y Martimporra, del concejo de Bimenes”.
Todos los sucesos que pasaron desde aquellos años en que se
empezaron a plantar los primeros postes, monte de La Cruz arriba, hasta
la llegada de la electricidad al último rincón del concejo, está sintetizado de
manera ejemplar por el autor del siguiente artículo, Julio Díaz Díaz, nieto del fundador. Titulado "La electricidá en Bimenes", fue publicado -en
asturiano- en los Porfolios de las fiestas
de San Cipriano con motivo de las fiestas que se celebraron en Rozaes a
finales del siglo pasado.
A mediados de los años cincuenta gran parte de los trabajadores de
la compañía -dos tercios -eran de Bimenes, sobre todo de la parroquia de Suares: Mino
Carbajal, Francisco Vázquez, Lucas Montes, Agustín Carbajal, Pepe Montes. Este
último, referente de la Electra y sobrino del fundador, ingresó en ella en 1929.
Tanto las notas que aparecen en este prólogo y en el epílogo, así como las fotos, las hemos obtenido
del libro Electra de Carbayín: historia
de un aniversario (1923-1998), del citado Julio Díaz, a quien agradecemos
su cooperación.
LA ELECTRICIDÁ EN BIMENES
Ensin
duda de nenguna clase, la electricidá ye ún de los elementos más importantes y
decisivos na vida social y económica de cualquier sociedá moderna. Avezaos como
tamos a gastar lluz cola naturalidá que lo facemos agora, faise difícil
entender cómo sería la vida de los nuestros antepasaos enantes de que se
prendiere la primer llámpara eléctrica en Bimenes. Los cambios pelos que pasó’l
conceyu
d’entós acá fueron tantos y tan grandes que podemos dicir que ye la
mesma diferencia qu’estrema una sociedá casi de
subsistencia d’una comunidá desarrollada y moderna. De la vieya llámpara d’esquistu al ordenador personal modernu espárdese la historia de los tres últimos cuartos de sieglu de Bimenes, que ye’l tiempu que va desque llegó la lluz al conceyu “yerbatu”.
subsistencia d’una comunidá desarrollada y moderna. De la vieya llámpara d’esquistu al ordenador personal modernu espárdese la historia de los tres últimos cuartos de sieglu de Bimenes, que ye’l tiempu que va desque llegó la lluz al conceyu “yerbatu”.
Delantre
d’un fechu tan señaláu como esti, vamos tratar de resumir en delles llínies
dalgunos de los momentos más nombraos de la presencia de la lluz nos pueblos y
llugares de Bimenes.
Al
acabar el primer cuartu del sieglu XX la
electricidá yera un fechu casi desconocíu nel conceyu, nun siendo en dalguna
mina de pa la parte l’oeste, onde cuerre una llínea d’alta tensión que
tresporta lluz de Llaviana hasta Xixón. La Compañía Popular de Xixón tien dos
controles d’esta traída nes “Cases de la Lluz”, asitiaes en La Solana y La
Texuca.
Fuera
parte d’esta aplicación puramente industrial, los vecinos de Bimenes nun tienen
oportunidá nenguna de disfrutar de la electricidá nos primeros años del sieglu XX. Sin embargo, en tolos conceyos que parten con Bimenes (Nava,
Siero, Samartín del Rei Aurelio) esti tipu d’enerxía ye bien conocío y ta yá
mui espardío ente la xente. Bimenes ye un conceyu d’accesos difíciles, con poca
xente y poca industria. Esta situación reconocíenla les empreses de la lluz,
que nun vien muncha llamada económica pa llevar les redes eléctriques al
conceyu.
Va ser
un industrial de Carbayín casáu en Suares, Perfecto Díaz, el primeru que traiga
la lluz pa les cases y sitios públicos en Bimenes. Depués d’electrificar El Resellón, los dos Carbayín
y Valdesoto, esti industrial y la so empresa “Electricista de Carbayín”, fueron
quien a tirar les llínies dende Mosquitera hasta les mesmes puertes d’El Berrón
y La Pola de Siero. A primeros de 1926 Perfecto Díaz entámala con un proyeutu
más enguedayáu y de más riesgu que los anteriores.
Bimenes
ye un conceyu d’entraes difíciles, con valles fondos y mui zarraos y que nun
tien ferrocarril: de toes toes, nada que ver coles eríes de Valdesoto, perbién
comunicaes colos nuedos industriales del Principáu. Pero, con too y con ello,
pue más l’enfotu por que los vecinos del conceyu dispongan d’una fonte
d’enerxía de tantu valir como ye la electricidá.
El
proyeutu de la “Electricista de Carbayín” tenía previsto meter la lluz en
Bimenes precisamente pela parte más difícil: pel oeste. La central eléctrica
que la Duro-Felguera tenía asitiada na mina de Saús será la fonte que
suministre l’allumbráu del conceyu. Depués de solicitar los permisos
alministrativos y los de la xerencia de la Duro, concéntrese tolos instaladores
disponibles en Saús y métese la traída pel monte de La Cruz pa terminala –na
primera fase- en pueblu de Suares.
El proyeutu de Bimenes ye complicáu enforma y esta
complicación ye difícil d’asumir pa la plantiya que la “Electricista de
Carbayín” mantién l’añu 1926. La necesidá de contar con xente que viva en
conceyu y que conozca a fondo tola so infraestructura, obliga al xerente de la
empresa a contratar xente nuevo pa les obres. Perfecto Díaz convence ellí
mesmo, en Saús, al so sobrín Pepe
Montes pa que cambie la maza de ferreru polos alicates y los trepadores
d’electricista.
Depués
d’electrificao, Suares va ser el centru estratéxicu de la empresa pa les obres
en Bimenes. Creóse una delegación téunica permanente en pueblu na que van tar
una bona partida d’elctricistes de Suares. D’esta manera apellíos como Montes,
Vázquez, Carbajal o Suárez van ser parte de la electrificación del conceyu nos
sesenta años siguientes. En pasando el monte La Cruz les llínies espárdense
rápido pela falda’l monte hasta los pueblos principales de Bimenes. Per La
Correoria van electrificar San Xulián, Martimporra y delles caseríes de La
Rubiera.
La obra
ye mui cara y mala de facer. La media docena d’instaladores nun entainaben
bastante a facelo y contrátense peones y ayudantes sobre la marcha. Delles
veces hasta los vecinos estaferien pa rozar monte y cavar pa los palos. Nos
sitios de más peña y más difíciles los mineros de Bimenes ataquen con dinamita
pa disparar y enllanar el terrén.
La lluz
fue pa Bimenes una grandísima novedá mui bien recibida pola mayor parte los
vecinos, sobre too poles families de los mineros que trabayaben en Saús o en
Lieres, onde yá yera cosa conocida. Sin embargo, nes caseríes más apartaes hai
rocea pa contratar un serviciu que consideraben, amás de caru, malu y
peligrosu. Espresiones como “¡Ai non fíu, que non quiero poner la mio casa en
renta!” sentíense con muncha frecuencia per estos llugares. Daquella el serviciu
mínimu que se podía contratar (dos bombilles de 10 buxíes cada una) venía a
salir por 5 pesetes: la metá del xornal d’un picador.
Lo
cierto ye qu’a partir del añu 1930 los palos de castañal y les redes de cobre
pasen a ser parte del paisaxe de Bimenes. El desarrollu, en forma de tresformadores
y llámpares incandescentes, ábrese pasu en conceyu y contribuyen al progresu y
al meyor vivir de la so xente.
Saliendo del cruce de La Correoria tírase un tendal
grande en direción sur pa suministrar Tabayes, La Fontanina, Rozaes, Piñera,
Viñái, Xenra, Castañera, Santa Gadía, El Caliyu, Cuestespines, Pedréu, El
Robleal y El Segreal. Nun se faen obres sólo nel valle: no cimero del monte la
“Electricista” suministra
tamién en 1931 a dos pueblinos que parten con Siero: La Vara y El Pumar.
Los
trabayos pa la parte Peñamayor paren solo cuando la guerra. De fechu, en xunetu
del 36 los obreros tán llantando postes pa llevar la rede de Castañera a
Melendreros. Les obres párense d’esmenu hasta l’añu 47, cuando por fin se ye pa
electrificar esti últimu pueblu y La Envesná.
De la
mesma manera, ente los años 1947 y 1949 –según van llogrando facese colos lotes
de cobre necesarios y malos d’atopar poles restricciones- va llevándose la lluz
a los pueblos de la parte norte: La Correoria, Montiquín, La Brañuca y
L’Escobal.
La falta
de cobre ye cuestión determinante naquellos años. Tanto ye asina que la empresa
tien que paralizar cualquier plan que suponga munchu gastu d’esti metal, mui
escaso de topar poles restricciones impuestes pol gobiernu. La xente de
Bimenes, col alcalde al frente, van ser los que se movilicen col Gobiernu Civil
y la fábrica Santa Bárbara de Llugones pa conseguir les bobines que facíen
falta. A poques y a poques el mercáu va normalizándose y La Rubiera, La Cuesta,
La Rotella, El Robleal, Castiillu, Ricáu, El Faíu, La Fragua, La Berizosa, La
Solana, El Llanotín, El Recimuru y La Casilla van recibiendo’l suministru ente
1954 y 1959.
En 1959
la “Electricista de Carbayín” da por remataes les campañes d’electrificación en
Bimenes. En total, van ser 42 los pueblos y caseríes que tengan lluz dempués de
más de trenta años d’obres y d’instalaciones.
Cuando
los instaladores de la empresa electrifiquen l’altu de La Casilla, ún de los
vecinos guarda la llámpara d’esquistu y enchufa darréu, un aparatu de
televisión. Cuando aquello, una de les imáxenes más espardíes yeren les vueltes
de les sondes espaciales americanes y ruses alredor de la lluna. Esti pu ser un
exemplu mui significatible de la importancia de la lluz na vida d’esos años.
Namás
que nunos segundos, esti paisanu de La Casilla percorrió’l camín tan grande que
va d’una sociedá preindustrial a los tiempos de la investigación espacial.
A
primeros del sieglu XXI, cuando la lluz ye yá una realidá de tolos díes, que
trabaya pola calidá de la vida y pol progresu del conceyu, Electra de Carbayín
S.A., la única distribuidora eléctrica asturiana que resistió los procesos
d’absorción de les últimes décades, quier compartir colos vecinos de Bimenes la
celebración d’estes fiestes, igual d’enfotáu en facer serviciu que nos 75 años
últimos nos que tuvo presente nel conceyu. Tamién quier brindar un homenaxe a
les persones qu’en toos estos años trabayaron pa llevar y mantener l’allumbráu
de les cases de Bimenes, poniendo nesa xera tolos sos esfuerzos.
Julio Díaz Díaz
Julio Díaz Díaz
Epílogo
Los padres de Perfecto, el fundador, se llamaban Bienvenido Díaz
Rodríguez (nacido en El Resellón, Siero, en 1854) y Concepción Díaz Díaz (nacida
en 1853 en el mismo lugar, también residió en Les Paseres). El matrimonio tuvo
cinco hijos: Ignacio (1878), Mercedes (1880), Perfecto (1883), José (1886) y
Julio (1893). Los abuelos paternos del fundador fueron José Antonio Díaz Montes
y Josefa Antonia Rodríguez Díaz, y los maternos, Ignacio Díaz Rodríguez, de
Lamuño, y Teresa Díaz Valdés, de El Resellón.
Perfecto se casa en 1906 con María Suárez Nava, natural de Suares
(Bimenes), hija de Francisco Lucas Suárez y Maximina Nava Vigón. Perfecto y
María tendrían seis hijos: María Luisa, José, Manuel, Mercedes, Carmen y Julio.
Tras la muerte de Perfecto, acaecida el 27 de junio de 1946 en
Candín (Siero), cuatro años después de su mujer, siguieron como directores-gerentes
de la empresa Amaro Rodicio González (1946-1952), Julio Díaz Suárez (1952-1989)
y el actual, Luis Díaz Díaz, desde 1989.
Electricista de Carbayín, más tarde Electra de Carbayín, y ahora
Electra Norte fue -y sigue siendo- una empresa familiar modélica que pese a competir con auténticos
gigantes del mundo de las eléctricas sigue con paso firme y decidido camino de
su centenario.
LA PARTIDA
[Es una historia (no una leyenda) que transcurre en los años setenta del
siglo XIX, durante la III Guerra Carlista, y cuenta lo que les aconteció a un grupo de soldados
a su paso por nuestro concejo. Hay una curiosa frase que tratamos de rescatar
del olvido].
Una tarde de
invierno, cuando empezaban a caer los primeros copos sobre el valle, llegaron a
San Julián tres soldados montados a caballo procedentes de Nava, según su
propio testimonio. El mayor de ellos, con semblante fosco, ojos saltones y
ojeras de sapo, lucía en el centro de su despejada frente una espesa vena. Los
otros dos, más jovenes, parecían hermanos. Preguntaron a un vecino que estaba
saliendo de la cuadra si había alguna posada donde pasar la noche, y éste les
indicó que fueran a la venta.
La venta,
propiedad del marqués de Casa Estrada, estaba a la orilla del camino real y a un
tiro de piedra del palacio, siendo parada obligatoria para los carruajes y
caballerías que realizaban el recorrido Laviana-Nava. Al frente de ella estaba
un mozo de Tuenes, bautizado Francisco Joseph Vigón Vigón, más conocido como Pachu
el Quemáu. De las pocas noticias que tenemos de él sabemos que era hijo de Dominga,
moza soltera, y que era gran aficionado al vino y demás licores. Pachu atendía
la casería del palacio y la venta, y durante tres o cuatro meses al año, según
el caudal del río, maquilaba en un viejo molino, también propiedad del marqués,
justo enfrente de la venta, al otro lado del río. Cuando los soldados entraron en
aquella lúgubre estancia se encontraron con una silueta de espaldas, robusta
como un roble e impregnada de harina de maíz, una figura que hacía equilibrios
para mantenerse erguida mientras removía unos pellejos de vino ennegrecidos
entre pipotes de sidra.
–Buenas noches –dijeron los
soldados.
Pachu no
respondió hasta que terminó su tarea, y sería al dar la media vuelta cuando los
soldados se quedaron petrificados por el miedo. Pachu miró a los tres de arriba
abajo, uno tras otro. A continuación se sacudió el polvo de la molienda dándose
fuertes palmadas, levantó los brazos hasta la techumbre, abrió los ojos, enarcó
las cejas y les susurró con voz agonizante:
-¡Esta noche vien la má-qui-na!
Aquellos tres
hombres -cansados,
hambrientos y ateridos- no entendían nada de lo que sucedía, se
miraron unos a otros; así las cosas, el soldado de la vena ancha se atrevió a
preguntarle dónde podrían pasar la noche y cenar. Pachu les habló por última
vez: la primera casona siguiendo el camín.
Al salir de la
venta era ya noche cerrada y nevaba copiosamente. Por el camino cubierto de
nieve, entre barro y piedras, subieron a duras penas un repecho hasta que
dieron con una casa grande y solitaria con saliente corredor apoyado sobre tres
columnas de hierro a la vera del camino. Al fin, respiraron. Estaban ante la
vivienda indicada por Pachu el Quemáu, y no era otra que la casa de los
Catanes, en Cuestaberniz, familia que gozaba de merecida fama en todo el
contorno por auxiliar a cuantas gentes cruzaran por allí.
Uno de los mozos
dio un fuerte aldabonazo. No respondió nadie. Volvió a golpear con fuerza; entonces,
en el corredor asomó el patriarca de la familia, Manuel, portando en una mano
un fusil y en la otra un candil.
–Somos hombres
de paz –dijeron desde abajo, en la oscuridad.
–¿Qué quieren a
estas horas?
–Nos dijeron que
usted nos podría dar posada esta noche.
–¿Quién os
manda?
-El señor de la venta.
Manuel, después
de mascullar unas palabras ininteligibles, prosiguió:
-¿Qué intenciones
tenéis?
-Señor, venimos
de lejos, sólo queremos descansar y comer.
Al oir esto Manuel
realizó un disparo al aire asustando a uno de los caballos, el cual entró apresurado
bajo la panera mientras que el joven que lo montaba caía de bruces sobre el
suelo. Con todas las precauciones, Manuel bajó y habló con ellos. Le dijeron
que eran soldados partidarios de don Carlos y que venían de un pueblo de
Navarra con órdenes de dirigirse a Pola de Laviana. Manuel asintió con la
cabeza, así que metieron los caballos en la cuadra y después entraron en casa, donde
estaba la familia al completo: Manuel, su mujer y cuatro hijos. Antes de
sentarse a la mesa, Manuel les indicó el cuarto donde podían dormir: uno
trasero de dos camas orientado al norte.
-Podéis comer lo
mismo que nosotros –dijo Manuel.
El más viejo de
los tres miró repetidamente a los lados, luego carraspeó y dijo:
-¡También queremos
armas!
Manuel levantó
la cabeza como un resorte, y acompañado de su fusil, se acercó hacia él hasta
quedarse a un palmo de la vistosa vena y con un tono serio le espetó en
correcto castellano:
-¡Comer, lo que
queráis; en cuanto a las armas, andaremos a ellas!
Los soldados ante
la actitud hostil mostrada por el dueño prefirieron olvidarse del asunto y,
cabizbajos, comenzaron a dar buena cuenta de las ricas viandas, siempre bajo la
atenta mirada de los Catanes. Cuando la mortecina luz del candil que pendía de
la viga de la cocina amenazaba con apagarse, de repente, se oyeron unas voces
provinientes del exterior:
-¡Nolo, Nolo!
Cuando salió
Manuel se encontró con dos hombres que reconoció al instante.
-¿Qué ye lo que pasó? –dijo uno de ellos.
-De momentu na… ya veremus –contestó Manuel,
mientras se rascaba la cabeza.
Quien hablaba era
un pariente suyo, Medero, vecino de la cercana aldea de Sienra, el cual se
encontró, ya en los alrededores de la casa, con Pepón, de la conocida familia de
los Puntaracos de La Fontanina. Después de hablar entre ellos los dos paisanos no
regresaron a sus pueblos, sino que permanecieron de guardia en la panera que
estaba delante de la casa. Aquella noche, tanto Medero como Pepón, apenas
pegaron ojo, pues se iban turnando en la vigilancia y cada cierto tiempo agudizaban
el oído desde la panera e incluso merodeaban alrededor de la casona.
A punto de
amanecer salió Manuel dando un veredicto: “Son güena xente”. En consecuencia, los dos vecinos se marcharon camino
abajo, cada uno por su lado hacia sus respectivas aldeas. Una hora más tarde poco
más o menos, los tres soldados, satisfechos del trato recibido, salieron de
casa, y ya con un pie en el estribo a punto de partir por el camino real que
conduce a Taballes, Manuel se acercó al mayor y le entregó una carta escrita de
su puño y letra, y, en el sobre, una dirección de Laviana y tres puntos
formando un triángulo. Cuando se alejaban, Manuel les dijo: “Allí no os faltará
de nada”.
Epílogo:
Hasta aquí esta
historia transmitida a lo largo de varias generaciones. Desconocemos la suerte
que corrieron los soldados navarros. Se sabe que en esos años hubo severos enfrentamientos
entre carlistas y liberales, tanto en Laviana como en Siero, y que muchas partidas
se escondían por los montes y cordales de Bimenes. En cuanto a la frase, conocida
en determinados círculos, ocupa hoy día un lugar destacado en una casa del
concejo:
¡Comer, lo que queráis; en cuanto a las
armas, andaremos a ellas!
No sabemos con certeza en qué año comenzó a funcionar el servicio telefónico en el concejo, aunque todo parece indicar que fue hacia 1956 o 1957. Según nos comenta Mari Salgado, con quien tuvimos el placer de hablar, «fue a mediados de los años 50».
La central telefónica principal estaba en Nava, de la cual dependían las centralitas de Ceceda, Lieres y Bimenes. La centralita de Bimenes estaba ubicada en San Miguel –tenía un letrero grande y redondo de color azul en la fachada, el cual ponía “Teléfonos”–, entre la huerta que albergaba la capilla de San Miguel y el bar de Quila.
La propietaria de la casa, Máxima (tía de Maruja la Riba), la tenía arrendada al Ayuntamiento; el bajo estaba ocupado por los “Arbitrios Municipales”, donde trabajaban Manolo el Gallegu y Alfredín el de Arbitrius, mientras que en el piso de arriba se encontraba la centralita: un cuadro con las clavijas, cada una con su número, y un pequeño locutorio anexo abierto al público. Los que más frecuentaban el locutorio «eran los del palacio, sobre todo Diego», nos apunta Mari. Durante aquellos años la casa era conocida como “Casa Teléfonos”.
El funcionamiento era más o menos el siguiente: al levantar el auricular ya se comunicaba directamente con la centralita de San Miguel, y no se necesitaba ningún listín telefónico, ni saber el número de memoria. Con el nombre era suficiente: “Mari, ponme con Casa Manuela”, “Mari, con la carnicería”, “Mari, con el almacén de Pin”. Seguidamente, Mari introducía la clavija en el número correspondiente y daba comienzo la conversación después de apuntarles: “Ya podéis hablar”.
Nos cuenta Mari que al principio costó bastante aleccionar a los vecinos para que hiciesen uso del nuevo artilugio. Algunos se negaban a hablar, otros eran incapaces de articular palabra o se quedaban en blanco o, incluso, colgaban sin más. De hecho, durante los primeros años sólo disponían de él los propietarios de negocios (chigres, tiendas, almacenes); en las casas particulares no se consideraba de primera necesidad y era, por lo tanto, un bien prescindible. Años más tarde en algunos pueblos se colocaron teléfonos públicos en determinadas casas particulares –algo impensable hoy en dia–, y en los años setenta se colocó una cabina pública en la calle la Vega de San Julián la cual todavía resiste el paso del tiempo en un lamentable estado (desconozco si había alguna más).
Las llamadas eran gratuitas dentro del concejo. Más allá de las lindes municipales no, por ejemplo, a Nava, se pagaban 2 pesetas por tres minutos. Si la llamada se realizaba fuera de Bimenes, entonces estábamos ante una “conferencia”. Mari por vía interna hablaba con Nava y esperaba a que Medardo habilitase la comunicación. «Hay demora» era una respuesta habitual. Si no se podía resolver el problema en el día se volvía a intentar más tarde o se dejaba para otra fecha. En caso de avería (bastante habitual, por otra parte) había que esperar la llegada de Carlones, el diestro y mañoso técnico oficial de la compañía, el cual acudía cuando podía.
En cuanto al horario. Había un servicio ininterrumpido desde las 8 de la mañana hasta las 7 de la tarde. Por la noche, si se recibía alguna llamada de urgencia (bastante inusual), un sonoro timbre se escuchaba en toda la vivienda que ya ponía en aviso a las hermanas.
La familia Salgado, encargada del locutorio y de la biblioteca, llegó a Bimenes cuando Melchor Salgado Martín vino a ocupar la plaza de secretario al ayuntamiento. Casado con Francisca Prieto Gullón tuvieron siete hijos: Miguel, Melchor, Antonia, Daniel, Mari, Paquita y Encarna. Eran oriundos del pueblo zamorano de Mombuey, aunque a Bimenes llegaron procedentes de Husillos (Palencia), donde había estado destinado, también de secretario, el patriarca de la familia. Miguel murió en el cuartel de Simancas (Gijón) durante la Guerra Civil; Melchor vivió en Lada (Langreo) hasta su muerte, a principios de los años 70, y tuvo cuatro hijos que se fueron a vivir a Cataluña y Aragón; Antonia no se vino a Asturias, vivió en Madrid; Daniel se casó con una joven del concejo, Remedios, y tuvieron tres hijos: Daniel, Rodrigo y Remedios. Mari y Paquita, solteras, vivían en Casa Teléfonos y tenían a su cargo tanto el locutorio como la biblioteca (inaugurada por estos años). Encarna, casó con Manuel Alonso, Lin, (hijo de Carmina la Roxa), emigraron a Venezuela y tuvieron un hijo, Manolo. Encarna falleció, prematuramente, en 1968.
El teléfono con el número 1 lo tenía Pepe el Maestro –José María Sánchez Blanco– quien por aquellos años era el alcalde del concejo, aunque su profesión fue la de maestro: comenzó ejerciendo en la escuela de La Vara, en 1931, y terminó en la escuela nacional de San Julián, en 1973. La primera persona que dispuso de telefonía en San Emeterio –con el número 5– fue Vicente Argüelles, quien regentaba en Rozaes un comercio (calzado, paquetería, ultramarinos, fotografía). También ocupó la alcaldía de Bimenes desde 1966 hasta las primeras elecciones. Con el negocio de la fotografía siguió su hijo Pepín Argüelles, en Nava, y ahora va por la tercera generación por medio de Juan Carlos, nieto de Vicente. En la parroquia de Suares, y con el 6, fue en casa de Corsino Canto, conocida familia de taxistas, los primeros en disponer del servicio. A éste le sustituyó su hijo Olegario (jugador histórico del Iberia C.F.) el cual tenía la parada de taxi en la plaza la Iglesia de San Julián.
Casa Teléfonos apenas duró veinte años, pues cerró sus puertas en 1974 cuando la Compañía Telefónica Nacional de España automatizó los terminales.
Estos eran algunos números de teléfono a mediados de los años sesenta:
1 Pepe el Maestro
2 Mercería Alicia Acebal
3 Comercial AFALVA
5 Foto Argüelles
6 Taxi Olegario
7 Casa Manuela
8 Bar Vigil
10 Construcciones Marcelino Carrio
13 Vinotería Rufo
14 Bar Casa Germán
14 Bar Casa Germán
16 Ultramarinos Teresa Vega
17 Barbería Celestino Vigón
18 Confitería Araceli Felgueroso
19 Carnicería Ciano
20 Mercería Hijas de Aurora García
26 Almacén de piensos Álvarez y Sierra
28 Taxi Maximino
30 Sastrería David
Sin duda, una curiosa historia que llamará la atención, sobre todo a los jóvenes de ahora que ya nacieron con un móvil bajo el brazo, y con el cual pueden hablar con cualquier lugar del mundo, oir la radio, ver la televisión, sacar fotos, mandar mensajes, grabar un video… y todo ello sin que Mari tenga que introducir la clavija y decirnos si podemos hablar, si hay avería o demora.
Fuente: María Salgado Prieto
LA BOTICA
Primera botica: casa Aurora |
El primer boticario fue David Blanco Suárez –don David- nacido en 1870, oriundo del vecino concejo de Laviana y casado con la vecina de San Julián Concepción Sánchez Rodríguez -doña Concha-.
Los padres de don David, Avelino Blanco Alonso e Irene Suárez Rodríguez, nacieron en la parroquia de San Pedro de Tiraña (Laviana), y tan sólo sabemos que eran “propietarios” y que en 1902 vivían en Rioseco (Sobrescobio).
Doña Concha, nacida en 1876, era hija del matrimonio formado por Jenaro Sánchez Hevia -de Taballes, desempeñó algún cargo relevante en el ayuntamiento de Bimenes- y de Dolores Rodríguez Vigón. Un documento de 1902 dice que los dos eran naturales de la parroquia de San Emeterio y vecinos de Sienra, aunque nuestra informante –Tatina- apunta que ella “venía del palacio del Tiroco de Valdesoto”. Doña Concha pertenecía a una familia numerosa compuesta por ocho hermanos: Rosario (madre de Tatina, regentó un bar en la Vega), Enrique, Luis (fue secretario del juzgado del ayuntamiento de Bimenes), Jaime, Adelina, Lola y Salvadora.
Don David y doña Concha, siguiendo con la tradición familiar, tuvieron siete hijos: Alfredo (despachaba en el negocio familiar y fue un extraordinario futbolista que, incluso, estuvo probando en el Real Oviedo de 1ª División; murió en la Guerra Civil en el frente de Cataluña), Luis (gran jugador de bolos, emigraría a Venezuela), Avelino, Victorino (fue presidente de la desconocida Sociedad de Festejos de San Antonio en 1929), Amelia, Luisa y Guillermina.
No sabemos en qué fecha se inauguró la botica, manejamos referencias indirectas. En 1902, cuando nació Alfredo (hijo de don David y doña Concha) ya existía, pues su partida de nacimiento refiere que don David tenía 32 años, que era natural de Laviana, que estaba casado, de profesión «farmaceútico» y domiciliado en San Julián, por lo que sería a finales del siglo XIX o principios del XX cuando comenzó a dar servicio al concejo.
La primera botica estuvo ubicada en la conocida como casa Aurora –durante muchos años fue una mercería-, la última casa, próxima a la iglesia, y situada en la margen izquierda de la carretera que saliendo de la plaza de la Iglesia lleva a Canteli y La Cruz; luego, a mediados del siglo pasado pasaría a Martimporra, en el solar que ocupa actualmente la Caja de Ahorros (al lado había una bolera muy concurrida) donde estaría hasta finales de los años 60, y fue durante este tiempo en la capital cuando doña Concha, ya viuda de don David, la vende a José María Caso Mayor, vecino de Nava y exalcalde de Bimenes. En efecto, sería en 1968 cuando el nuevo propietario compra un terreno colindante y construye la actual farmacia. Hoy en día es regentada por su hijo Alfredo Caso, licenciado en Farmacia.
De la antigua botica se conservan algunos albarelos, fórmulas magistrales y ampollas con el nombre de «Viuda de David Blanco»; asimismo, se recuerda que en la antigua botica llamaba la atención, en el centro de aquellas viejas estanterías de madera, el símbolo médico de la vara de Esculapio y la serpiente enroscada.
Como curiosidad recordar que esta familia Blanco está entroncada con los hermanos José María Sánchez Blanco (Pepe el Maestro), Celsón el de Rozaes y Vite el Mejicanu, ya que don David el Boticariu era hermano de Florentina, madre de estos.
Fuente. R. C. Bimenes, Luisina García Sánchez, “Tatina” y Alfredo Caso.
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Farmacia actual |
PRIMER INSCRITO EN EL REGISTRO CIVIL
Por diferentes avatares de la historia desaparecieron numerosos documentos que descansaban desde tiempo inmemorial en los archivos tanto del ayuntamiento como de las tres iglesias parroquiales del concejo. En nuestro consistorio encontramos documentación desde 1871 hasta nuestro días. Guiado por la curiosidad de ver a quién le correspondía la buenaventura de ser el primer inscrito que se conserva en el Libro de Nacidos, éste resultó ser un niño de la parroquia de San Emeterio, concretamente de la aldea de Taballes, que fue inscrito el 4 de enero de 1871.
De nombre Manuel, era hijo de Lucas Palacio, de profesión labrador, y de Buena Iglesia, proveniente de la Casa Hospicio, vecina de Taballes, y dedicada a sus labores. El niño, nacido a las once de la mañana, fue registrado como Manuel Palacio Iglesia, el cual tenía por abuelos paternos a Bernardo Palacio y Casilda Alonso, ambos naturales de Taballes, y como abuelos maternos, nos refiere el documento que son «ignorados por ser expósita».
De nombre Manuel, era hijo de Lucas Palacio, de profesión labrador, y de Buena Iglesia, proveniente de la Casa Hospicio, vecina de Taballes, y dedicada a sus labores. El niño, nacido a las once de la mañana, fue registrado como Manuel Palacio Iglesia, el cual tenía por abuelos paternos a Bernardo Palacio y Casilda Alonso, ambos naturales de Taballes, y como abuelos maternos, nos refiere el documento que son «ignorados por ser expósita».
Dejaron constancia del hecho Andrés Ardisana, que actuó como secretario del ayuntamiento, y Joaquín Pando, juez municipal.
PRIMER ENTERRADO EN EL CEMENTERIO NUEVO DE LA SEGÁ
El cementerio antiguo de la parroquia de San Julián estaba situado a la orilla derecha del río Rosuaria (hoy embovedado) a su paso por San Julián —en el lugar conocido como La Pamplina, donde se ubica la barriá vieya, construida en los años cincuenta del siglo pasado—. La Pamplina era un lugar abandonado, delimitado entre el río y la presa del molín de Alfredín, donde se veían las lápidas derruidas, el osario cargado de maleza y hierbajos, además de numerosas tumbas destartaladas tiradas por el suelo. También había cruces antiguas, de madera y de metal, abandonadas por doquier con diferentes inscripciones.
El actual cementerio de la parroquia, enclavado en el paraje de La Segá, en la falda del monte de L’Azorea, fue inaugurado corriendo el año 1913 —hace ahora un siglo—. Un cementerio moderno alejado de la iglesia y situado en un lugar ventilado, sano y con vistas. De estructura cuadrada sobresalía por encima de todo una magnifica verja de hierro negra —y que aún podemos observar con la inscripción 1913, semejante a la existente en la capilla de Ntra. Sra. del Camino de Martimporra— que daba acceso al mismo.
En los corrillos de la aldea flotaba una pregunta en el ambiente: ¿Quién sería el primero? La mayoría apuntaba a los parroquianos más longevos, otros se decantaban por los más débiles o enfermos, algún desgraciado minero víctima de algún accidente, y hasta decían que podía ser un recién nacido, debido a la gran mortalidad infantil de la época.
Con todo esto, las primeras campanadas que tocaron a muerto fueron para una criatura inocente que aún no había cumplido el primer año de vida. Adelina, que así nombraban a la criatura, era la hija primogénita del matrimonio formado por Rogelio Montes, al parecer natural de Pedréu, y vecino de San Julián, y Mercedes Rodríguez, de San Julián. Los hermanos de Adelina, todos varones, se llamaban: Rufino, Ricardo (murió joven, en 1920), Germán (regentó un chigre durante muchos años) y Ramón (quien se casaría con Albina Ovín).
Comentan hoy sus parientes que estando los padres de Adelina a la hierba en ese fatídico mes de julio en un prado de La Brañuca, cerca de El Perezal, todos presentían que sería Mariantona la infortunada, la mujer más vieja de la aldea, y que por aquella fechas venía sufriendo repetidos achaques, pero la sorpresa la encontrarían en su propia casa a la vuelta de la faena.
Informantes: Luisina García Sánchez, Tatina la de Rosario; Pilar Montes Ovín y Mercedes Montes Ovín.
A continuación, datos del Registro Civil del Archivo Municipal de Bimenes (Libro de Defunciones):
Adelina Montes Rodríguez
Murió el 31 de julio de 1913.
Edad: 8 meses; falleció a las 3 de la tarde.
Causa: peritonitis aguda; en su domicilio.
Sepultura: en el cementerio de San Julián.
Inscrita en el RC de Bimenes a las 10 de la mañana del 1 de agosto 1913.
Padre: Rogelio Montes Campal, casado, labrador, mayor de edad, vecino de San Julián. Madre: Mercedes Rodríguez García, mayor de edad, labradora, vecina de San Julián.
Juez: Alejandro Estrada Montes. Secretario: Jenaro Sánchez Hevia.
Testigos: Marcelino Canteli Ordóñez y Joaquín Fernández Montes, ambos empleados.