5/20/2013

Tragedia minera de El Corvero (1931)







[Ocurrió el 30 de marzo de 1931 en El Corvero, en el vecino municipio de San Martín del Rey Aurelio, casi en la raya con Bimenes. 
Fallecieron ocho mineros y otros cuatro resultaron gravemente heridos. Siete eran de Bimenes (de La Fontanina, Rozaes, San Julián y Suares) y el otro, del Rosellón (Siero).
El nombre de la mina, oficialmente mina Candanal, pertenecía a la empresa Duro-Felguera, aunque todos la conocían como la mina El Corvero.
Sirvan estas líneas como un merecido homenaje a todos los hombres de nuestro concejo que desde los albores de la minería (finales del siglo XVIII) encontraron la muerte en las entrañas de la tierra.
A continuación, tal y como apareció la noticia, a nivel nacional, en los diarios Mundo Gráfico y La Libertad, ambos de Madrid. ]



Mundo Gráfico 
2 de abril de 1931
Por I. Conde de Rivera

"El caso es que en la tarde del día treinta del mes pasado ocurrió una explosión en la mina Candanal, enclavada en el pueblo de Canto del Medio, del concejo de San Martín del Rey Aurelio, propiedad de la empresa Duro-Felguera y en la que se hallaban trabajando numerosos obreros. De éstos han perecido ocho, resultando gravísimamente heridos otros cuatro.
¿A qué se debió el accidente? Aún está sin averiguar.
Mientras los ingenieros de la empresa declaran que la catástrofe se debió a la inflamación del polvillo del carbón, los mineros afirman que no ha sido otra cosa la que motivó la catástrofe sino la explosión del grisú motivada por la ausencia de ventilación en la mina.
Hay también quien apunta la posibilidad de que la explosión se produjese por los motivos que dice la empresa, pero al mismo tiempo, niega el hecho de que esto  aconteciese si se diese cumplimiento a la Ley de policía minera que ordena el riego de ese polvo, con lo cual, aún cuando exista llama, ésta no prende.
Lo mejor, en este caso, lo más indicado y lo más humano, ya que se trata de algo tan serio e importante como son las vidas de centenares de humildes trabajadores, será que se proceda a la inmediata inspección de aquellas minas, vigilando escrupulosamente las condiciones en que trabajan los mineros y las seguridades con que cuentan para que estos trágicos sucesos que llevan, no sólo el luto, sino la miseria a numerosos hogares, no se repitan con tan lamentables frecuencia como hasta ahora.
Los muertos se llaman José Nava Arboleya, natural de San Emeterio (Bimenes); deja mujer y siete hijos. José Méndez Martínez, del Rosellón (Siero), casado y con siete hijos. Avelino Díaz Huerta, de Rozadas (Bimenes), casado y con seis hijos. Emilio Piñera Alonso, de Suares (Bimenes). Maximino Martínez García, de Rozadas (Bimenes). Eladio Martínez Nava, de La Fontanina (Bimenes). Teodoro de la Roza González, casado y con dos hijos, de San Julián de Bimenes.
El entierro constituyó una imponente manifestación de duelo".





Bocamina donde ocurrió la explosión de grisú




Explanada delante de la mina





A hombros camino de Bimenes





Los ocho féretros en la explanada




Oficina donde se instaló la capilla ardiente






La Libertad
2 de abril de 1931
Por Francisco Caramés


La Baltasara, catorce muertos; Legalidad, siete muertos; Carbones Asturianos, catorce muertos; Sotón, siete muertos; Candanal, ocho muertos. En remolino incesante desfilan por nuestra mente estas fechas de taladrante dolor, en tanto vuela el auto salvando las montañas, rastreando las faldas de los montes, para encaminarnos al ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio y de allí remontar la cumbre para alcanzar en toda su brutal desnudez el cuadro de aflicción que se desarrolla en la especie de plazoleta que forman los montes que cercan las entradas de la mina Candanal.
Hasta un kilómetro antes del lugar en que se ha producido la catástrofe nos ha traído cómodamente el automóvil. Basta, sin embargo, este corto trayecto para que sintamos fatiga y tengamos frases que no son muy elogiosas para las autoridades que no activan las gestiones para la prolongación de la carretera que se corta en el pueblecito llamado Huerta. ¿Os dais cuenta, lectores, de todo el lastre de insensibilidad  que hay en esta protesta? ¿Cómo podríamos si no permitir que trabajadores que han de entregarse ocho horas a una jornada espantable vengan caminando dos horas antes de entrar en la mina, y vayan otras dos, cuando regresan a sus hogares, por unos altozanos que ponen a prueba las energías mejor sentadas?
Y aún hay más. Nosotros hemos comido bien, hemos descansado en cama muelle y hemos disfrutado de las ventajas de la vida higiénica antes de emprender la marcha, lo que no pueden decir los calmosos héroes anónimos que un día y otro rebuscan en las entrañas de estos montes, extrayéndoles la riqueza que ha de beneficiar a todos menos a los que más sacrificio pusieron en las jornadas.
Y por si el esfuerzo diario fuera poco, periódicamente una mano insaciable escoge nuevas víctimas que sacrifica a una diosa invisible y cruel.

Trabajos de salvamento

Van desapareciendo tras los montes lejanos los últimos vestigios de luz cuando llegamos ante la bocamina sur de la mina Candanal. Diversas figuras van de un lado para otro en una marcha nerviosa y un poco mecánica. Por la explanada que existe ante el edificio destinado a oficinas de la Empresa se agrupan mujeres, niños y viejos que inquieren angustiados detalles de los cadáveres que van extrayendo del interior, para averiguar si entre ellos están deudos o amigos.
Las preguntas salen medrosas de los labios, con el temor de que sea cierto lo que el corazón se niega a admitir.
En vagonetas llevan unos heridos que son un espanto en la deformación de los rostros. Mujeres, niños y viejos quieren abalanzarse a ellos, y tienen que ser contenidos por la Guardia Civil, para que la labor de salvamento se continúe sin interrupción.

El lugar del siniestro

La Sociedad Duro- Felguera tiene entre sus diversos en explotación el conocido con el nombre de “Grupo Siero”, aunque una parte de él pertenece al ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio y el otro a Siero.
Más conocido es este grupo por “Mosquitera” , pues tiene entradas y minas en el pueblo que lleva este nombre, y en su otro extremo está la mina “Candanal”, en la que se desarrolló la catástrofe.
Los vecinos nombran “Corvero” al sitio en que la mina está instalada, y la empresa la bautizó con el nombre anterior.
Una de las capas recibe el nombre de “Generala”, y está instalada en el primer piso sur. En ella ocurrió la explosión.
En esta mina trabajan unos doscientos ochenta obreros, y al haberse dado fuego a los barrenos después de la salida de la mayoría de los trabajadores se debe el que las degracias no hayan sido muchísimas más.

La explosión, muertos y heridos

A las tres de la tarde se da fuego a los barrenos para que quede el carbón en condiciones de ser extraído al día siguiente.
El lunes, cuando los mineros se hallaban en la plazoleta de “Candanal”, poco después de abandonar las faenas oyeron una detonación formidable que puso espanto en todos, pues demasiado saben cuál es el final de estas explosiones.
En tales instantes quedaban en el interior catorce mineros, el número aproximado que se necesita para prender los barrenos. Rápidamente, con el compañerismo que distingue a los que diariamente juegan con la muerte, sin darle importancia, los obreros corrieron a la entrada de la bocamina para socorrer a los del interior. Los gases y las malezas que salían les impidieron avanzar  en los primeros momentos. Insistieron, y al fin pudieron llegar al tajo, que dista unos dos kilómetros de la entrada.
El cuadro era espantoso. Tendidos y carbonizados unos, desfigurados y dando gritos los otros, hacía falta la voluntad que tienen los que hasta el lugar de la explosión llegaron para no flaquear.
Los primeros en ser sacados al exterior fueron los heridos: Fermín Fernández Iglesias, de Piñera (Bimenes), casado; Luciano Canteli Sánchez, casado, de La Fontanina (Bimenes); Avelino García Martínez, casado, y Armando Artos Peón, soltero. Fueron trasladados con la urgencia que el estado requería al hospital de la Duro-Felguera, establecido en Sama de Langreo. Tras ellos marcharon algunos amigos y compañeros, pues a los familiares más allegados no les dejaron ir acompañándoles.
Un poco más tarde fueron extraídos los ocho muertos, que se llamaban: José Nava Arboleya, entibador, casado, con siete hijos, natural de San Emeterio (Bimenes); José Menéndez Martínez, entibador, casado, con siete hijos, natural del Rosellón-Arenas (Siero); Avelino Díaz Huerta, vigilante, casado, con seis hijos, natural de Rozadas (Bimenes); Marcelino Piñera Montes, soltero, rampero, natural de Rozadas (Bimenes), de diecisiete años; Emilio Piñera Alonso, de diecisiete años, soltero, rampero, natural de Suares (Bimenes); Maximino Martínez García, de veintiséis años, soltero, picador, natural de Rozadas (Bimenes); Eladio Martínez Nava, soltero, de cuarenta y un años, vigilante, natural de La Fontanina (Bimenes) y Teodoro de la Roza González, casado, trenista, deja viuda y dos hijos. Era natural de San Julián de Bimenes.
Imposible dar idea de cómo estaban quemados. Parecían unos carbones más entre los montones que a ambos lados de la mina se apilan.

Emocionante manifestación de pesar

El entierro constituyó una imponente manifestación de duelo. Minas y fábricas cesaron en su labor y han acudido para acompañar a la última morada a estas víctimas humildes que no han conocido durante su paso por la vida más que calamidades.
Se recibió un telefonema de Largo Caballero expresando el dolor de la Unión General de Trabajadores y pidiendo se depuren responsabilidades.
Allá van ahora, monte arriba, los ocho féretros, cuatro blancos y cuatro negros. Van buscando los mineros un descanso que no han podido tener mientras trabajaban por el engrandecimiento de su patria.