MARICHU
[El presente trabajo -texto y fotos- ha sido realizado por Ángel Antonio García García, Toño, en el mes de septiembre de 2014, al cual le agradecemos su colaboración. El autor se acerca a la vida de una mujer pionera que ejerció el oficio de comadrona en Bimenes y que ayudó a ver la primera luz a muchos vecinos que hoy rondan el medio siglo de vida. Después se fue a vivir a tierras andaluzas donde continuaría desarrollando su profesión]
Marichu |
Marichu, Toño y Juani |
Bimenes, 21 de Septiembre de 2014
Este día se hizo un emotivo reconocimiento a una mujer valiente, ejemplar, emprendedora, adelantada a su tiempo… Estamos hablando de María Jesús Fernández Iglesias, a la que popularmente conocemos por Marichu. Marichu la matrona, comadrona, partera u obstetra, la persona que a muchas mujeres y hombres de Bimenes, allá por los años 50 y 60 del siglo pasado ayudó a ver su primera luz, la luz que desde Peñamayor nos despierta todos los días a los yerbatos. Pero quiso el destino que ella, la que intensamente ama a esta mole de caliza, no viera esos primeros rayos del sol de La Peña en Bimenes, sino en Colunga, donde su abuelo prestaba sus servicios como sargento de la guardia civil. Reside luego en Gijón y a los 10 años viene a vivir a Martimporra con sus abuelos paternos.
Será don
José María, maestro que era de Nava, quien descubre las posibilidades de
Marichu y anima a la familia a que inicie
los estudios del bachiller. Supera con éxito el primer curso por su
empeño y las ayudas que le proporcionaron las ciencias humanas para vencer los
escollos que aparecían en las Matemáticas.
El
segundo curso debería esperar dos años porque el nuevo maestro con destino en La
Figar se presta más dispuesto al julepe
que a enseñar convenientemente a María
Jesús. Tras ese año perdido no se desanima, es más, coge más impulso y se
atreve a ir a Rozaes con Don Germán. Su condición de niña la obliga a
poner mucho tesón porque a la distancia se le une la escasez de niñas que estudian, solo Eladia, Aida y Puri la acompañan frente a la mayoría de
niños, entre los que recuerda a Paco Paniceres, Bernardo Noriega, Pedrín,
Jaimín, José Antonio y … alguno más.
Logra prepararse con
garantías para superar los cursos que le faltan hasta 4º yendo a
examinarse a Oviedo. Así era el camino tortuoso para los estudiantes procedentes
del mundo rural.
Pero lejos de debilitar sus ánimos la fortalecen y ya tiene bien claro que los suyo es dedicarse a traer vida al mundo e inicia en Oviedo los estudios de matrona y de practicante. De nuevo debe trasladarse lejos de su lugar de estudio para obtener los títulos correspondientes. Nada menos que en Valladolid logra alcanzarlos y sólo entre las convocatorias de Junio y Septiembre. Ahí queda eso, los cuatro cursos superados en un solo.
Pero lejos de debilitar sus ánimos la fortalecen y ya tiene bien claro que los suyo es dedicarse a traer vida al mundo e inicia en Oviedo los estudios de matrona y de practicante. De nuevo debe trasladarse lejos de su lugar de estudio para obtener los títulos correspondientes. Nada menos que en Valladolid logra alcanzarlos y sólo entre las convocatorias de Junio y Septiembre. Ahí queda eso, los cuatro cursos superados en un solo.
Tras
las prácticas en Sama quiere trabajar
ya, pero es demasiado joven, no tiene 19 años y debe esperar. Colabora en el
trabajo del negocio familiar ayudando a
su tía en Martimporra. Así va llegando el día esperado y sin pensarlo dos veces
se ofrece a ocupar la plaza de matrona subvencionada en aquellos tiempos por el
Ayuntamiento. Era el año 1953 y comenzaría a cobrar 275 pesetas al mes más 62
pesetas por cada intervención en los alumbramientos, Si había que coser, porque
Marichu sabía, lo hacía sin dudarlo y si
tenía que hacer el certificado de nacimiento aumentaba en 30 pesetas los honorarios.
Antes de continuar con su gran
entrega y dedicación con tan corta edad, deberíamos pensar en el Bimenes de ese año, con tan sólo la carretera de Nava a Barredos y
la San Julián a La Pola. Aún así, con la escasez de carreteras , Marichu iba en su único medio de transporte, la bici.
En ella se desplazaba hasta donde podía
y de allí a la casa de turno andando en
zapatilles y chanclos. Algún vecino le
ofrecía ir a caballo, pero tras la primera experiencia que le costó una semana para volver a su sitio “les sos
piernines”,
prefería ir por sus medios superando vientos, lluvias, nieves y “folleros” interminables.
prefería ir por sus medios superando vientos, lluvias, nieves y “folleros” interminables.
Cualquier
momento del día o de la noche era bien
recibido para acudir a su labor y si la pereza extrañamente aparecía, ya se encargaba “ la so brava güela”
Prima de espabilarla: “Venga neña ponte de arte que eso
nun tien espera”
Y así,
recorriendo Bimenes, Marichu se hizo imprescindible, porque
su saber hacer y la ternura de
sus manos hicieron transformar el
primer llanto en risa a Amparito y
Marlén en la Figar, Tino y Miguel en el
Caburniu, Violeta, María Olvido , Margarita y Luis Miguel en San Julián, Carlos, Luis y
Cristina en Rozaes, Alfredo el del boticariu en Nava y tantos y tantos más
que no cabrían en estas pocas
líneas que pretenden recordar sus
andanzas y curiosidades. Curiosidades que recuerda con una sonrisa nostálgica, pero llena de la alegría de mostrarles la luz de Bimenes, la luz de
nuestra Peñamayor o Peña Mayor, como se prefiera.
Recuerda
el café que le sirvieron en la taza fregada en la “esllava” y que al no ver el
agua que debería aclararla, el café luchaba por evadirse de los lamparones de grasa que flotaban y que como no podía ser
de otra manera en ella, soplando con disimulo para apartar lo que
flotaba, logró beberse el café para no hacer un feo a la anfitriona, que
bastante tenía la “probe” entre dolores y dilataciones tardías.
También
recuerda con asombro aquel vientre quemado por los “fomentos” aplicados con paños
bien calientes para aliviar los dolores.
Y como, gracias a su decisión de ponerse
encima de otra recién parida, logró oprimir
la arteria uterina y evitar la
fatal hemorragia,
También
rememora que los lugares de la intervención eran dispares, no siempre había un
“cuartu” con su cama, a veces lo suplía
una mesa, una tabla bajo un horro o en una cuadra: penurias que Marichu
superaba con temple por sus ganas de ganarse la vida y sobre todo de traer a la
vida.
De la
misma manera, tan fresca la memoria, le viene
el recuerdo de aquella mujer que próxima a su parto en un ataque de no
sabe que, locura o desesperación, se puso de pie en la cama
y dando un salto expulsó a su niño ,que Marichu logró atrapar emulando
al mismísimo gran portero del Iberia Manolete.
No
quisiera tampoco dejar de recoger otra
gran experiencia suya. La llamaron de Nava para
enseñar la luz primera a Alfredo, el del boticariu Caso. El parto fue
bueno pero era tarde y la invitaron a quedarse. Después de cenar el bebé
comenzó a llorar sin consuelo y
como la madre estaba cansada Marichu se fue a dormir con el niño y en su regazo se acabaron los
lloros. Hace poco le recordaba a Alfredo, nuestro farmacéutico, que Marichu fue
la primera mujer con la que se fue a la cama.
Recuerda
también con gracia que era la matrona oficial
de las esposas del cuerpo de la Benemérita. Por 5,50 pesetas al mes, debería atender los
posibles nacimientos. No cabe duda del ventajoso contrato para una de las dos
partes.
Era nuestra obligación como
yerbatos hacer este pequeño homenaje a Marichu, por su valentía y entrega en
tiempos tan precarios. En alguna ocasión la invitaron a evitar la vida pero ella había estudiado para lo contrario y nunca quiso
hacerlo, iba contra sus principios fraguados ya a tan corta edad.
Entre
tanta entrega y tantas dificultades también tuvo una gran alegría, para ella la
mejor intervención de su vida. Un día llega un andalucín muy curiosu a
Martimporra a pasar el verano con su tío, el sargento del puesto. En su Jaén natal,
Vale, soñaba con los chapuzones en el mar. Al día siguiente de su llegada
pregunta al guardia de puerta que donde está el mar en Bimenes para darse un
baño. El guardia le contesta que caminando 43 Km en dirección a San Julián
llegaría a la playa soñada.
Pese al
inconveniente de la lejanía al mar Vale sigue viniendo a Bimenes todos los
veranos y entabla una relación con Marichu y con Bimenes que se ve al fin consolidada a los
9 años. “Tardó en decidise, pero valió la pena, mozu mas guapu y buenu nun lu
podía encontrar en otru sitiu, mira” Y fue cuando Marichu más abrió los ojos,
desplegó la pantalla de su móvil y con
las emociones en alza hizo gala de sus joyas: Vale, sus 3 hijos y sus 6 nietos.
En 1963, después de 10 años de matrona en el
municipio, Marichu se va a Linares a vivir y hasta que sus hijos no son mayores no vuelve
a ejercer su profesión. En 1979 decide reincorporarse y lo hace en los meses de
verano en el hospital San Juan de la
Cruz de Úbeda. En 1980 ocupa una de la plazas de matrona en el hospital San Agustín
de Linares. Es un cambio tremendo, y se
da cuenta de lo mucho que hizo con pocos medios, ahora con 3 médicos y otras tres compañeras
matronas el trabajo se hace más
llevadero.
A los
61 años decide jubilarse para dedicarse más intensamente a la familia y a
disfrutar de los nietos que van llegando. Todos los veranos hasta el 2008, año
en el que su Vale nos deja, vienen a Bimenes, municipio por el que su marido siente especial atractivo.
Actualmente viene en compañía de su gran amiga Juani y juntas lo recorren recordando sus días de matrona y sus días de
madre y esposa de Vale.
Una matrona que está empezando a
ejercer su profesión, Carla Ranzini, argentina, escribe :
“Era mi primer parto, la adrenalina me invadió por completo, estaba allí, sola ante esa vida a punto de llegar. Me temblaban las manos, se me caían las lágrimas, tenía miedo de no poder tomar al bebé; pero reaccioné y fue inolvidable, perfecto. Nunca me olvidaré de esa mujer tranquila, para ella su séptimo hijo, para mí mi primer día de matrona”. Como se dice la historia se repite y me gustaba que lo leyeras porque sé que es lo que sentiste tú.
“Era mi primer parto, la adrenalina me invadió por completo, estaba allí, sola ante esa vida a punto de llegar. Me temblaban las manos, se me caían las lágrimas, tenía miedo de no poder tomar al bebé; pero reaccioné y fue inolvidable, perfecto. Nunca me olvidaré de esa mujer tranquila, para ella su séptimo hijo, para mí mi primer día de matrona”. Como se dice la historia se repite y me gustaba que lo leyeras porque sé que es lo que sentiste tú.
Muchas gracias matrona y que la vida y la salud te permitan seguir despertando feliz muchos años con los rayos que se cuelan
entre los olivos de Linares o con la luz
vigorosa de nuestra Peña, porque
Marichu, como decía Leon Tolstoi “ No
hay más que una manera de ser feliz, vivir para los demás”. Tú mereces ser
muy feliz porque tu entrega fue plena.
Ángel Antonio García Garcia (Toño)
La Figar, 7 de Septiembre de 2014